Mientras que el Parlamento de Cataluña Sur prohibía las corridas de toros, en Cataluña Norte los amparan y miman ¿ignoraban que existiesen estas divisiones regionalistas? En el Rosellón francés, catalanes ellos, en sus localidades de Colliure y sobre todo de Ceret, celebran por todo lo alto sus ferias taurinas.

Hoy quiero hablarles de Ceret, capital francesa de la cereza, de donde proviene su nombre. Con tan solo 8.000 habitantes y una plaza de toros capaz para 3.750 espectadores, está considerada como una de las más serias de la cultura taurina europea, hasta el punto de que dicen que su público es más exigente que el de las Ventas. Sus buenos aficionados catalanes exigen los toros en puntas y buscan por los rincones más recónditos de la Península ibérica toros distintos, de razas y encastes casi desaparecidos, como ya lo hicieron con el antiquísimo de Palha, o los de la primigenia raza propiedad de Vaz Monteiro, de caracteres casi desaparecidos. También se han lidiado toros de lo poco que aún queda de Vázquez, de la casta navarro-aragonesa y están ansiosos de hacerlo con los de la “raza negra andaluza” que pastan por Almodóvar del Rio en Córdoba.

La plaza la gestionan un grupo de aficionados que no perciben por su quehacer subvenciones ni ayudas de ningún tipo. El acentuado carácter torista de su feria es peculiar. Por ejemplo, para este año han contratado ganaderías tan inusuales en los ruedos hispanos como las de: Irmaos Dias, Couto de Fornilos, Moreno Silva y José Escolar y diestros como “Rafaelillo”, Serafín Marín, Fernando Robleño o Alberto Aguilar, entre otros.

Los ceretanos se consideran ante todo independentistas y catalanes del norte, si bien reconocen a Barcelona, de la que distan 180 km., como su Capital. Conservan la pureza de su plaza que en 1922 inauguró el bilbilitano Ricardo Anlló “Nacional I” y Pierre Pouly. Su feria principal se celebra el segundo fin de semana de julio y se remata la temporada con una novillada en septiembre coincidiendo con su fiesta mayor.

La Banda de música que ameniza los festejos es una Cobla llamada “Mil-lenaria”; los areneros calzan las espardenyes y se tocan con barretina; las plumas de los gorros de los alguacilillos están coloreadas con los colores de la cuatribarrada; la presidencia se engalan a únicamente con cinco senyeras. No quieren banderas francesas ni españolas, se sienten ante todo catalanes y a mucha honra, pero eso sí, apasionados de los toros. Allí vivió y se inspiró, Pablo Ruiz Picasso y más recientemente Luis Francisco Esplá que hizo de esta plaza su talismán hasta el punto de que el año pasado fue el autor del cartel anunciador de su feria.

Si les comento estas disparidades entre catalanes del norte y del sur es más que nada por intentar explicarme y explicarles el por qué la feria de este año de Ceret, (tras la prohibición de las corridas en Barcelona, Tarragona, Lérida y Gerona), se ha presentado en la Peña Taurina “El Pizarral” de Barcelona, contando con la presencia del diestro Serafín Marín. Los ceretanos desean que tras la inminente desaparición de los toros en la Cataluña Sur, su plaza sea el referente para el resto de la afición catalana y para ello la ofrecen a sus vecinos. Manera de expresar su desacuerdo con la prohibición.

Si en la Dictadura los españolitos pasaban la frontera para contemplar las llamadas películas “de arte y ensayo”, disfraz valido donde cobijar otras eróticas, como “El último tango en Paris”, ahora, otros españolitos, incluidos los catalanes del sur, vuelven a las andadas pero en esta ocasión en busca de las corridas de toros que forman parte de una cultura propia que les ha sido arrebatada.