Sobre su ataúd cerrado, una foto de hace años, apoyado en la barrera del callejón de su plaza de toros dejaba entrever su deseo de como quería que le recordásemos. En segundos se agolparon en mi mente momentos vividos juntos cuando al coso taurino zaragozano casi nadie llamaba Misericordia ni de Pignatelli. Recordé aquellas dependencias vetustas, lúgubres, junto a la hermosa capilla presidida por la Virgen del Pilar a la que Antonio Bienvenida regaló unos angelotes, que creo “volaron” a los cielos por no ser queridos o tal vez por ser “deseados” en exceso. Allí le conocí poniendo el punto y final burocrático al festejo taurino de la tarde.
Entonces lo importante era enviar puntualmente el télex a Madrid, al Ministerio de Gobernación, dando cuenta inmediata de detalles tan esclarecedores, como que el festejo había dado comienzo a la hora prevista, la edad de las reses según su dentición, el resultado artístico de los actuantes, los percances sufridos… para finalizar con un párrafo que seguro tranquilizaría mucho al Ministro, como el de escribirle que todo había acabado sin novedad.
El encargado de esos menesteres no era otro que Ernesto Gascón Benito, Secretario de Actas del único equipo gubernativo que entonces existía en la plaza de toros al que yo acaba de aterrizar. El Delegado Gubernativo nos encomendaba a los otros auxiliares funciones, muchas en desuso, relativas al pesaje y precinto de los caballos de picar; control del peso de los petos, precintaje de cuantos instrumentos se utilizaban en la lidia, comprobación del estado del piso de plaza, dado que por entonces no estaba cubierta la plaza, enlotado de las reses, sorteo, enchiqueramiento, control del callejón, mas precintajes de de los cuernos de los toros arrastrados, preparación de las cajas para su envío a Madrid, etc.
Ejercía la Presidencia el Comisario Jefe de Día y para cuando llegaba por la mañana a cumplir su cometido había que tenerlo todo preparado. No pasaron muchos años en que se constituyeran dos equipos gubernativos con sus respectivos presidentes. Ernesto y yo éramos los Delegados Gubernativos, conscientes de que tras pasar por esa hermosa escuela de aprendizaje, habría que acceder al palco para sustituir a los salientes.
Eran tiempos en que los matadores acudían cada mañana a pedir al empresario de turno su inclusión en los carteles, caso de producirse alguna baja. Compartimos experiencias con “Los Choperitas”, en aquellas ferias del Pilar con solo cinco festejos y en las que cada vez que anunciaban el “Bombero Torero“se ponía a llovía a raudales. Les sucedieron los Hermanos Lozano y el inefable Manolo Cano; Arturo Beltrán con Victoriano Valencia, Justo Ojeda, la autogestión con José Luis Ruiz de gerente asesorado por Manuel Cisneros y Enrique Patón que con Villar Mir, Simón Casas y Roberto Espinosa serian los siguientes gestores. De nuevo Justo Ojeda y al final, ya siendo él Coordinador de Presidentes aun trató con los “Choperas” y “Taurodelta”, que terminarían delegando su gestión en Ignacio Zorita.
Ernesto y yo ejercimos al unísono, casi durante quince años la alternancia en las presidencias, excepción hecha del festejo del día 23 de de abril, San Jorge, Patrón de Aragón y aniversario de su nacimiento, en que siempre le sustituí. Algún comentarista taurino nos colgó el calificativo del “Halcón y la Paloma”. Los bigotes de Ernesto imprimían carácter, yo no me los dejé crecer nunca sobre el labio, pero como a la prensa no hay que contradecirla, le seguimos el juego aun sabiendo los dos que, quien más toros rechazó en los reconocimientos y devolvió en el ruedo era “la paloma”, es decir, yo.
Juntos organizamos en Zaragoza en 1.994, en la antigua Feria de Muestras, las únicas Jornadas Taurinas que para Presidentes y Delegados Gubernativos de plazas de toros de España se han celebrado en esta Capital. Queríamos revivir experiencias de otros cursos de actualización en los que habíamos participado y de paso dar cobijo y agradecer en casa el trato que los compañeros nos habían deparado en los que organizaron en: Salamanca, Sevilla, Córdoba, Logroño etc.
Atrás queda una vida y el recuerdo de unos treinta años de dedicación altruista a una afición, a una tarea, quizás desagradable, pero que si alguien puede asumir coherentemente, sin hilaridad, con conocimientos y profesionalidad es quien ya está acostumbrado a “lidiar” en peores escenarios.
Cuando leí tu esquela, Ernesto, cuando comenzaron a llamarme los compañeros y los medios para preguntarme por tu vida y muerte, se me encogió el corazón, me puse sobre aviso y me percaté de que al fin y al cabo ninguno sabemos nada de nada; el uno a pesar de quedar vivo y el otro por estar lamentablemente muerto, pero creo que mereció la pena vivir nuestra experiencia.
Descansa en paz compañero.
Director del Rincón Taurino “El Mentidero” de la Casa de Andalucía de Zaragoza
Programa de TVL Canal 44, “Patio de Cuadrillas”